
Hembra que nos engulle la noche haciéndose emoción única, único suspiro, manantial sobre el que flota tu nombre perfumado por sonrisas. Zigzagueante festín aniquilado; mirarte sin que la sociedad se interponga entre mi ojo y vos ni entre mí y mi ojo, ni sea mi mirar una mirada que no posea caricias. Atravesar voluptuoso las sórdidas telarañas económicas, que ha cuenta gotas y a contramarchas escupen sobre el pez para mantenerlo vivo; atravesarlas y relamerse las ganas, y parirse los días sin ocultar los motivos. 
 

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