jueves, 10 de septiembre de 2009

La ternura como forma de estar en el otro

El cielo desviste a todos sus planetas.
El pasado que regresa a esta tierra es más lejano que el propio olvido;
en azoteas se lo ve caer, incendiarse, empapar la vereda.
Quiero animarme a las caricias que pueda yo entregarte, y sobre todo a las otras.

Ha venido esta hora a constituirme, desdibujo osado tanto estupor, miserias abismales.
La recibo con la misma indiferencia con la que un vaso recibe vino.
Nunca más voy a esperar alerta por la noche que los desahuciados se entretejan en mi frazada.
No puedo permitirme regalarle mi vida con toda su sangre a cuestas a ese ridículo conglomerado. Nunca más.

Mis manos depredan en tu cuerpo las palabras, las mismas que hice para animarme a tu ternura; entonces hago palabras que matan manos, las arrojan después de cazarlas al vacío, al mismo vacío al que ellas caerán cuando las empuje con mis manos…

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