El cielo desviste a todos sus planetas.
El pasado que regresa a esta tierra es más lejano que el propio olvido;
en azoteas se lo ve caer, incendiarse, empapar la vereda.
Quiero animarme a las caricias que pueda yo entregarte, y sobre todo a las otras.
Ha venido esta hora a constituirme, desdibujo osado tanto estupor, miserias abismales.
La recibo con la misma indiferencia con la que un vaso recibe vino.
Nunca más voy a esperar alerta por la noche que los desahuciados se entretejan en mi frazada.
No puedo permitirme regalarle mi vida con toda su sangre a cuestas a ese ridículo conglomerado. Nunca más.
Mis manos depredan en tu cuerpo las palabras, las mismas que hice para animarme a tu ternura; entonces hago palabras que matan manos, las arrojan después de cazarlas al vacío, al mismo vacío al que ellas caerán cuando las empuje con mis manos…
jueves, 10 de septiembre de 2009
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